En el entrenamiento de ayer en el gym pasó algo muy interesante. Estaba practicando un salto de precisión en las vigas de equilibrio, de una que está a 30cm del piso a otra que está como a 1m, separadas aprox. 1.80m.
Armand vio el salto y lo quiso intentar, pero al llegar a la viga se congeló, no pudo ni siquiera intentar el salto, estuvo parado fácil 10 min. sobre la viga pequeña concentrándose en hacer el salto, se desesperó y lo intentó por un lado, y sus pies pasaron por encima de la altura de la viga, así que tomó un poco más de confianza, pero no se animó a saltar.
Hablando con él me comentó que se sentía cansado por su actividad del día, que sentía que sus piernas tenían todavía mucho que dar, pero que se sentía "agotado", lo puse a pensar si el cansancio que sentía era realmente físico o mental, es decir, que realmente ESCUCHARA a sus piernas, para ver si en verdad estaban cansadas como para no saltar, o si era su mente la que le decía que no saltara, si sólo estaba buscando pretextos. Estuvo un buen rato pensando, haciendo algunos otros ejercicios, caminando alrededor del gym, hasta que se volvió a parar sobre la viga, ya otros lo habían intentado y habían logrado aterrizar el salto, por lo que se sentía más motivado, pero el miedo todavía no lo dejaba. Dijo algo así como "vamos cuerpo, la mente sabe que puedes, ahora sólo tienes que creerle" lo que corregí diciendo "no, tu cuerpo es el que sabe que llega, sólo es tu mente la que tiene que creerle". Se quedó pensando un rato y después respiró, saltó con fuerza y llegó a la viga obvio pegando gritos de alegría jaja.
Lo que ayer aprendió Armand es que el cuerpo es el que sabe si puede o no, y no la mente, que el cuerpo es el que sabe si está cansado o no, si tiene la fuerza o no, es quien sabe como moverse y cómo actuar a la mitad de un salto, que el cuerpo es en quien debe confiar a la hora de moverse, y no la mente.
También aprendió que hay que escucharlo, y que es válido no intentar un movimiento potencialmente peligroso si el cuerpo está cansado, si el cuerpo no tiene la potencia o la fuerza para llegar, pero que no es válido quedarse sin siquiera intentarlo si es la mente la que tiene flojera, barreras, prejuicios o pretextos para no hacerlo.
Él aprendió, así, que su cuerpo es más listo que su mente, si lo sabe escuchar.
Ayer el aprendió que puede, siempre y cuando así lo quiera, aprendió que lo que importa no es la adrenalina, no es la sensación, sino este aprendizaje.
Él ayer se abrió mil puertas nuevas.
Armand vio el salto y lo quiso intentar, pero al llegar a la viga se congeló, no pudo ni siquiera intentar el salto, estuvo parado fácil 10 min. sobre la viga pequeña concentrándose en hacer el salto, se desesperó y lo intentó por un lado, y sus pies pasaron por encima de la altura de la viga, así que tomó un poco más de confianza, pero no se animó a saltar.
Hablando con él me comentó que se sentía cansado por su actividad del día, que sentía que sus piernas tenían todavía mucho que dar, pero que se sentía "agotado", lo puse a pensar si el cansancio que sentía era realmente físico o mental, es decir, que realmente ESCUCHARA a sus piernas, para ver si en verdad estaban cansadas como para no saltar, o si era su mente la que le decía que no saltara, si sólo estaba buscando pretextos. Estuvo un buen rato pensando, haciendo algunos otros ejercicios, caminando alrededor del gym, hasta que se volvió a parar sobre la viga, ya otros lo habían intentado y habían logrado aterrizar el salto, por lo que se sentía más motivado, pero el miedo todavía no lo dejaba. Dijo algo así como "vamos cuerpo, la mente sabe que puedes, ahora sólo tienes que creerle" lo que corregí diciendo "no, tu cuerpo es el que sabe que llega, sólo es tu mente la que tiene que creerle". Se quedó pensando un rato y después respiró, saltó con fuerza y llegó a la viga obvio pegando gritos de alegría jaja.
Lo que ayer aprendió Armand es que el cuerpo es el que sabe si puede o no, y no la mente, que el cuerpo es el que sabe si está cansado o no, si tiene la fuerza o no, es quien sabe como moverse y cómo actuar a la mitad de un salto, que el cuerpo es en quien debe confiar a la hora de moverse, y no la mente.
También aprendió que hay que escucharlo, y que es válido no intentar un movimiento potencialmente peligroso si el cuerpo está cansado, si el cuerpo no tiene la potencia o la fuerza para llegar, pero que no es válido quedarse sin siquiera intentarlo si es la mente la que tiene flojera, barreras, prejuicios o pretextos para no hacerlo.
Él aprendió, así, que su cuerpo es más listo que su mente, si lo sabe escuchar.
Ayer el aprendió que puede, siempre y cuando así lo quiera, aprendió que lo que importa no es la adrenalina, no es la sensación, sino este aprendizaje.
Él ayer se abrió mil puertas nuevas.
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