Post viejo de traceurproject.com
Independientemente del deporte practicado, la raza, el género, edad, etc… Esos que he conocido, a quienes yo considero son atletas, son muy parecidos en su comportamiento; dan un sentimiento de que sus acciones son naturalmente influenciadas por una especie de código universal de ética. Cuando conoces a un atleta normalmente es óbvio que hay algo especial en él. Por una parte, hay cosas que se pueden ver o escuchar como la apariencia física, presencia, palabras y posturas en movimiento; y por otra parte hay cosas que no se pueden ver pero aun así se pueden percibir como su aura de confianza, su seguridad en sí mismo, su bienestar y una escondida fuerza física y mental.
Toma tiempo, compromiso, mucho esfuerzo, algo de sacrificio y más el adquirir el estatus de “atleta” en mi mente, pero todos tienen en común este código general de comportamiento que me atreveré a definir a continuación:
Un código de disciplina y estructura. Con tiempo y las repeticiones apropiadas y entrenamiento específico, el atleta establece algunos patrones y conexiones internas que naturalmente se vuelven estructuradas y repetidas rutinas. Estas serán potencialmente usadas de nuevo y/o añadidas a otras en caso de transferencia entre actividades físicas, deportivas y/o psicológicas. El atleta es consciente que tiene un espíritu guerrero interior que lo lleva a sus acciones y controla sus sentimientos en cualquier momento y no permite que lo controlen sin alguna buena razón. Por esto, el atleta necesita ser muy disciplinado tanto de manera interna como externa.
Un código de honestidad y responsabilidad hacia sí mismo. El atleta no se miente a sí mismo, no hace trampa, es honesto consigo mismo y no trata de encontrar excusas. Él sabe al instante cuando ha hecho algo bien o no. El atleta se cuestiona a sí mismo, puede ser introspectivo y auto-
Un código de fuerza y dolor. El atleta no es soló físicamente fuerte; él tiene que ser psicológica y mentalmente fuerte también. Él no se rinde con facilidad y siempre encuentra suficiente energía para empujar sus límites y motivaciones adelante. El dolor y las dificultades son parte de ser un atleta, y entonces aprende a controlarlas y a usarlas positivamente. Constantemente ocurre durante el entrenamiento pero desafortunadamente, a veces también durante lesiones físicas y/o emocionales. Frecuentemente descubrimos que un verdadero atleta se define después de que ha pasado a través de difíciles dolores físicos o mentales. El atleta las enfrenta; no huye y si cae siempre vuelve a levantarse. Gran parte del tiempo, el atleta se levanta con dignidad de estas experiencias, se vuelve mucho más fuerte, mucho más maduro y es capaz de poner fácilmente cosas en perspectiva.
Un código de orgullo e integridad. El atleta no es pretencioso; sin embargo está orgulloso de quien es y lo que ha logrado. Está consciente de todo el sacrificio que ha tenido que hacer para llegar a este punto; más aún lo reconoce, está agradecido y es respetuoso por el sacrificio y/o compromiso que otros han hecho por él. Siempre hay un equipo oficial o no oficial detrás del éxito de un atleta. El atleta es auténtico. Mantiene su integridad y no denigra sus raíces y su pasado siempre está presente a lo largo de su evolución. Él no hace ningún juicio acerca de las raíces o pasado de otras personas.
Un código de humildad y progreso. El atleta entiende que la “perfección no está fundamentada en el hombre, pero sí en sus intenciones”, y que su límites hoy no serán los mismos que mañana. Constantemente busca maneras para crecer en su práctica y en sí mismo. Aún cuando pueda ser el mejor hoy, puede pasar que otros estén en su posición en el futuro. El atleta no se rinde y sigue peleando pero acepta que otros pueden ser mejores que él.
Un código de coraje y “compartir”. Al atleta no le asusta compartir experiencias y conocimiento aún cuando esto pueda ser potencialmente una oportunidad para otros de tomar ventaja. No teme tomar nuevos retos. El atleta no se deja llevar por el miedo; da y comparte su placer y amor sin interés a la recompensa.
Un código de ganar y justicia. El atleta desarrolla el “deseo de superación” así como la mentalidad de ser lo mejor que pueda e ir más allá de sí mismo. No importa si la competencia es contra otros o contra el mismo, se vuelve un elemento a superar. Aun así, su camino al triunfo no puede tomarse a cualquier precio. El atleta sigue sus reglas con justicia y comportamiento ético; él entiende la línea entre su victoria y derrota. Esto no es necesariamente en el resultado pero más en la manera en la que se acerca a él. No importa que pase, siempre controla el resultado dando lo mejor de sí en cada ocasión, luego así no tiene reproches ni amargura.
Un código de artista y de hombre. Con el tiempo, el atleta pule la conexión entre su cuerpo y su mente; refina la armonía entre ambos para ser más eficiente, rápido, fuerte, más fluido, más preciso y más seguro. El atleta es creativo; él hará de su práctica un arte. Su ejecución, su percepción y su acercamiento parecerán fáciles, “sin esfuerzo” y graciosa para otros. El atleta se vuelve “noble” en sus gestos, en sus actitudes y sus reflejos. Sin embargo, el atleta es sólo un hombre, así que veremos la misma ética y comportamiento en su vida diaria y no sólo en el contexto de su desempeño deportivo. Un atleta es una persona de honor.
Sólo el tiempo y la consistencia en el comportamiento de uno puede afirmar el estatus de atleta en un individuo. El hombre y el atleta, con todas sus fuerzas y debilidades, son uno.
Hay personas que dirán que son atletas y hay atletas que no tendrán que decir nada…
Por Forrest de Parkour Generations
Traducción al español: Daniel Becerra (Dudek)
Texto original http://parkourgenerations.com/blog/are-
Todos los derechos son propiedad de Parkour Generations
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